sábado, 7 de marzo de 2015




Antologie personală


Darie Novăceanu
 
  
Fluturi de ghiaţă

N-a căzut nicicând mai multă zăpadă
Decât acum, când ninge-n amintire.
Potop de fluturi albi curg în neştire
din cerurile scufundate de mult. O cavalcadă

de ani – ai mei -, precum o troienire,
înscrişi pe tâmple, semn de netăgadă
că nu mai sunt. Rămaşi doar în baladă,
revin acum, când ninge din cer cu amăgire.

Se şterg sub albul pur, ca o iertare,
cărările ştiute doar de tine,
când alte drumuri îţi erau închise.

Alb, numai alb, iluzii şi-mpăcare.
Ninge ca niciodată, ninge ca în vise,
cu fluturi albi pe verzile coline.

Pierdere

Să ningă doar, ne-am spus, şi prin zăpadă
ne vom tăia pe sub copaci cărare
de nimenea ştiută, nimeni din depărtare,
pe unde am plecat, să ne mai vadă.

Ne-om pierde aşa, ca dintr-o întâmplare,
lăsând luceferi calzi pe noi să cadă,
eroi dintr-o nescrisă de nimenea baladă,
învinşi de-o dragoste prea mare.

Să ningă doar, ne-am spus, şi ne vom pierde
prin alba puritate împreună.
A nins mereu, pe unde-a nins e verde

cărarea neumblată decât poate de lună.
Nu ne-am pierdut, în schimb, deloc uşoare
purtăm zăpezi la tâmple fiecare.
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miércoles, 4 de marzo de 2015


Sărbătorile poeziei





Darie Novăceanu (1937)

     Graduado en filología románica, es el poeta e hispanista que más se dedica a la difusión de las literaturas hispánicas en su país. Nombres
como los de Machado, Juan Ramón Jiménez, Lorca, Borges, García Márquez, Sábato, Octavio Paz, Luis Rosales, Neruda, César Vallejo, Álvaro Mutis, Félix Grande, J. M. Caballero Bonald, Carmen Laforet,
Torrente Ballester, etc. son conocidos hoy en Rumania gracias a su labor de traductor e interpretación.      
Por su versión rumana de Góngora ha merecido el Premio Nacional de Traducción, España (1982), y por el libro de poemas, El estado del tiempo, escrito en español, ha sido galardonado con el Premio Internacional “Luis Rosales” de poesía iberoamericana(1993).
     Es miembro correspondiente de la Real Academia Española.
     Entre los años 1992-1997 ha desempeñado el cargo de 
Embajador de Rumania en España.
     Obra. Poesía: Autobiografía; Pájaros de arcilla; Técnica de la sombra;
Existen noches; Paisaje en movimiento; El regreso del gladiador;
La luz del otoño; Hombres en las orillas; El estado del tiempo.
     Historia de la cultura: De noche por los caminos de Italia; La hora de América
Latina; La Habana; Las Islas Canarias. 
     Ensayística: Precolumbia; El efecto del espejo.  
     Periodismo: Reportero en la Plaza de la guillotina; Hechizo para hacer dormir a la Corrupción.  
     Obras inéditas: El naufragio de los piratas; Et in Balcania ego; El reloj de Don Quijote


Bajo la luz del otoño

Llego una vez más delante de la casa donde,
sin saberlo, me he de mí mismo despedido.
El anochecer es suave y de las heridas
ninguna me duele ya. El rumor de las hojas
me dice que era el tiempo de volver. El silencio
ha subido de precio y las palabras sangran
al intentar tan tarde destramarlo.
La hora se está llenando con el rumor del recuerdo
y las flores empiezan a alumbrar el jardín.
Como un emperador humillado sin quererlo,
el maíz entra en la comarca llevado por yuntas de vacas.
Encima de él, los faroles de calabaza y la judía
acompañan el cortejo. De alguna parte, el silbido
de serpiente de la guadaña. La brasa
de las quitameriendas se apaga en el renadío segado.
El último cuerpo del verano se arrodilla en las colinas
y se deja fecundar por el grito azul de las grullas.
Ciervo tumbado bajo el alero de la casa, nuestro arado
está soñando con el canto del mirlo. Descalza,
la infancia siembra maíz en los surcos de las nubes.
El bosque se da a la vela y se va solo hacia el noviembre.
A sus bordes, el cencerro del rebaño desafía
la inclemencia de la balada de los tres pastores
y reconstruye en bronce el paraíso de antaño.

El mar

Sobre esta orilla donde jamás
ha llegado barco alguno,
merodea desde siempre mi alma
engañada por el rumor de las olas
que nadie está oyendo.
No llegará. No llegará jamás,
le digo cada vez. ¿Qué puede buscar
un barco aquí donde el mar
ya no existe desde hace mil años?
Pero mi alma sigue deambulando por la orilla,
levanta muros de niebla, tapa los valles,
junta nubes y disfraza los alcores,
esconde los maizales, lleva los ganados
hacia las montañas. Protege los árboles.
Después borra sus propios pasos
y se vuelve a casa para decirme:
nada espero. Tienes razón, no llegará barco alguno.
Pero el mar existe: hoy mismo, al alba,
un barco más se ha dado a la vela y se ha ido.

Pirámide y caña

Sin alma otra vez. Como ayer,
no sé por donde anda sola. Yo
estoy andando por las calles.
Nada busco: todo lo que he encontrado
apenas me ha servido para seguir buscando.
Nadie me podrá enderezar los hombros
doblados bajo tanta duda.
Entre la pirámide y la caña,
me he quedado con ésta última.
Flexibilidad y rumor. Ondulación y murmurio.
Al caer de la noche el recuerdo desata
los manantiales de lo que hubiera podido ser.
Es el instante en que el alma abre y se va.
Nunca le digo que se quede. Sin decírnoslo
nos repartimos las horas. El silencio
del arco bien tenso.
Sé cuando vuelve: el cuarto
se está llenando con el olor de la infancia.
Suave, la luz del otoño nos junta una vez más.
Está bien, mi alma. Está bien, mi hombre.
El arco se destensa. El silencio
se traslada en la punta de la saeta.

Monumentos

Tan sólo el que ha recorrido el mundo a pie
sabe el precio del agua y de la sombra.
Una semilla de luz líquida sobre los labios
y la mano de sombra del árbol
acariciándote la frente.
La eternidad no puede ser más cara.
Que no te hagas tallar tu propio rostro,
murmuraba mi abuelo tallando en madera de roble
unas bellas cabezas de caballo.
En parejas, como si fuera un carruaje,
los caballos protegían un manantial.
En todo el camino que lleva a la montaña,
sus fuentes y sus caballos.
Entre los caminantes de ahora
nadie conoce su rostro.

Havana, 1968, foto de Nicolas Guillen













 
 Delante de la puerta

Está llamando alguien. Y no se le han oído los pasos.
No sólo los ángeles andan sin paso. Además,
ellos ya no llegan desde afuera y al filo de la media noche.
Pero alguien está delante de la puerta y sigue llamando.
Hace tanto tiempo que nadie se ha extraviado por estos lugares.
Podría ser alguien de otro tiempo. Un viajante
puesto en camino desde el principio del mundo.
Si hubiese tenido caballo, hubiera podido ser
el último bárbaro. Sobre la mesa
queda aún un mendrugo de pan. ¿Oyes cómo está llamando?
Como si no tuviera dedos. Pero tampoco ala
podría ser. Y la verdad no golpea de este modo.
Al menos si hubieses llovido. ¿A quién esperas?
No es pájaro, ni animal. Desde mucho no te fías más
de los cuentos de hadas. Pero está llamando.
Los recuerdos no llaman a la puerta jamás.
No te preocupes: si es que ha llegado hasta allí,
no hay manera de pararlo y va a entrar.
Pero déjalo que llame. Déjalo que golpee
hasta que canten los gallos por tercera vez.

En el lecho del río

Es hora ya de contar y ver
cómo se te han derrumbado uno tras otro
los grandes imperios del sueño.
No ha quedado nada sin el golpe
del casco de elefante de los años.
El polvo de las horas se ha cernido
sobre toda ilusión y la verdad ha terminado
inútilmente en los archivos de la memoria.
Haz la cuenta y observa cuánto ha quedado
del color de la esperanza.
Cuántas palabras han enmudecido
como las piedras en el lecho del río.
¿De qué te han servido?
Los colmillos de lobo de la soledad
han acosado todas tus noches. Disipados,
los amigos temen volver a verte.
Solamente los ciegos pueden medir aún
la distancia entre el recuerdo y la luz.
No tiene sentido enviarte el pensamiento atrás
si no puedes irte tú mismo con él.
El delicado punto desde donde no hay regreso
ha sido alcanzado. Hazte la cuenta y observa,
todo lo que has sumado no es más que disminución.
Solamente pérdida. Solamente pérdida.
Hazte la cuenta y levanta el muro
y deja que la añoranza suba por sí sola
como planta exótica sobre toda la casa.
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© Darie Novăceanu - 2015