miércoles, 14 de enero de 2015



 Sărbătorile poezie


Matei Vişniec (1958)
Estudios de Filología. Hace su dubut en el “Suplemento literario y artístico”
del periódico de la juventud Scânteia tineretului, donde publica poemas y narrativa corta. Al mismo tiempo escribe sus primeras obras de teatro, género que cultiva permanentemente. Es, tal vez, el mejor
dramaturgo rumano de hoy. Exiliado en Francia,  y últimamente viaja a menudo a Rumanía.
Obra. Poesía: Esta noche va a nevar; La ciudad con un solo habitante;
El sabio a la hora del té; Poemas posteriores. Teatro: El país de Gufi.
Novela: El café Pas-Parol.

Sobre el ojo derecho
Me he enterado de que tu ojo derecho te sirve de poco,
dijo el león.
Sí, no veo muy bien con el derecho,
contestó el guardián del león.
¡Qué desgracia, qué desgracia!,
musitó el león.
Tampoco te sirve la oreja derecha,
¿no oyes bien, verdad?
No tanto, es cierto, no tanto,
contestó su guardián.
¡Qué desgracia, que desgracia!,
añadió el león.

Pero tú, dijo el guardián,
tienes las patas tullidas, ¿no es así?
Así es, así es, contestó el león.
¡Triste, muy triste!, dijo el guardián del león.
Tampoco el olfato y los dientes
te sirven como antes.
Así es, así es, contestó el león.
¡Qué desgracia, qué desgracia!,
concluyó el guardián del león.

Sobre 0.1.2.3.
Soldado 0.1.2.3.,
eres culpable
de no haber vigilado bien
la huerta del emperador.

Sabías que los viajeros
graban toda clase de palabras
y objetos
sobre la corteza de los árboles.
Sabías que todo lo grabado
se multiplica sobre la piel de las frutas.
Más aún: sabías que estas frutas
se sirven
en la mesa del emperador.

Sobre el suicidio
Hay un día
cuando la mariposa llega
y se sienta
sobre mi cigarrillo encendido.
La miro pasmado
como se transforma en ceniza.
Me doy cuenta
de que se trata de un suicidio
con un cierto sentido político.
Pero no entiendo por qué ha elegido
precisamente mi cigarrillo.

Sobre la historia
Me quedo junto a la ventana fumando.
La historia pasa a mi lado
con los senos en las manos.
Los coches se paran de golpe
incendiando la autopista.
La gente abandona los almacenes a toda prisa.
En las carnicerías
se instala de repente el silencio.

Mi hermano tullido,
el único de la familia que practica gimnasia
se arrastra hacia mí.
¿Qué pasa?, me pregunta.
Nada, le contesto,
pasa la historia.
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© Darie Novãceanu -2015

martes, 13 de enero de 2015




Sărbătorile poeziei



Ioan Alexandru (1942-1995)
Gran estudioso de las culturas y las religiones. Como casi todos los
poetas de Transilvania, su lírica se carcateriza por un singular tradicionalismo,
un “volver a las fuentes”. Estilo de gran sutileza y profundidad.
Germanista y arabista destacado. Autor de unos himnos a las provincias
de Rumanía de gran relevancia patriótica. Entró de lleno en la vida
política rumana después de 1989, siempre generoso, siempre abierto,
el agotamiento físico y un accidente cerebral lo inmoviliza desde hace
algunos años, sometido a un sufrimiento continuo.
Obra. Poesía: Cómo decírselo; El infierno discutible; La dunas del
vacío; Los himnos de la alegría; Los himnos de Transilvania; Los himnos
de Moldavia; La culpabilidad.

Mi hermana
Ninguno de vosotros, los de mi edad,
ninguno puede conocer a mi hermana mayor;
yo mismo no la conozco más que del sueño
y del olvido.

Durante un brumoso otoño, hace mucho,
mi hermana ha fallecido antes de nacer yo,
apresurando de este modo mi llegada al mundo,
en el lugar vacío dejado por ella.
Por esto soy más alto,
he crecido también por ella
y me he asomado más de prisa
a la edad de la duda.

Me preparo para el otoño en la primavera misma
y en el verano siento el frío hasta en los huesos.
Voy por el mundo con el vacío de mi hermana a cuestas
y cuando muera habré muerto desde mucho tiempo atrás.

Elegía
Se han puesto caros los caballos,
tal como se pone muy cara el agua en las nubes
durante los veranos de sequía.
Es que comen mucho y no dejan lugar
para que crezcan los grillos y el trigo.
En su galope desmedido, cuando despierta
la sangre de víbora dentro, ellos
destrozan la raíz de las hierbas bajos los cascos,
no dan leche más que para sus potrillos
y su relincho significa siempre otoño.
Tampoco pueden llevar en la labranza
más que un solo arado;
si el surco es profundo y dificil
y los castigamos a latigazos,
rompen los jaeces tan costosos,
de piel auténtica
y la piel es muy útil
para las botas de los soldados.
Además, no beben más que agua muy limpia,
y todos los niños sueñan con jinetes.
Tampoco se duermen en el suelo húmedo,
sin ser almohazados y nutridos a tiempo.
Cuando hay viento y están solos,
se quedan en tres patas
y se duermen soñando
como esfinges de piedra.
Por encima, son más que muchos
y hacen falta vacas de leche, vacas mansas,
las que se dejan ordeñar
tres veces al día.

De este modo se ha decidido
la perdición de los caballos.
Unas cacerías de crines por doquier,
arqueros que habían vivido desconocidos
se han sacado de los zaguanes
las antiguas flechas.

De sus colas se han fabricado brochas
y cojines para rezar en las catedrales;
de sus cascos se ha fabricado cola
para pegar carteles.
Hechos pedazos, sus cadáveres
han sido alimento exquisito para los cerdos.

Se han escrito bellas baladas sobre ellos,
cómo van ellos hacia los mataderos,
tan inocentes y tan flacos,
arreados por el girasol del ocaso.
Y hoy en día, el vacío atlético
que ha quedado en el aire,
después de esa gran matanza,
ese vacío es como un garrote.
Los sentimos sobre todo cuando la luna
nos hace levantar la cabeza desde la tierra.

El monumento
En el centro del pueblo
se halla el monumento de los héroes;
los que han caído en la primra gran guerra,
con sus nombres: Juan, Pedro, Jorge, Basilio,
otra vez Juan, Pedro y todos los demás;
y los que han caído en la segunda gran guerra,
con sus nombres: Juan, Pedro, Jorge, Basilio,
otra vez Juan, Pedro y todos los demás.
En el año cuarenta y cinco, los que habían padecido
(muchos de ellos ya no viven hoy),
al considerarse directamente responsables
por el destino de los caídos,
han pagado a un diestro tallador en piedra
y han erguido este monumento
en el centro del pueblo. (Sentían un alivio por ello.)
Desde entonces, cada año en el día de los héroes,
los hombres traen coronas de laurel
y las mujeres flores. Y lloran.
En los demás, sobre todo durante los domingos,
los viejos se reúnen allí para jugar a las cartas,
los niñas educan sus años…
En el más alto escalón, el presidente de la granja
da sus conferencias: estimados conciudadanos,
no podemos perder ni siquiera un grano.
En otras palabras, todo el mundo tiene presente
la presencia de los caídos,
como si no hubiesen muerto,
sino que están allí, en el centro del pueblo,
apenas vueltos del campo de batalla.

El portero
El gato está muy flaco por culpa del portero.
Puedes mirarlo, incluso en el sueño,
cómo lo obliga a comer su dieta,
el de la boina azul, el portero.
Lo deja vivir de ratones, le ordena cazarlos
y yo les aseguro que no existe ratón alguno.

Dos semanas de vigilancia,
con la oreja pegada al sótano,
escuché para sentir al menos un roce,
y no se oyó nada más que el roncar del portero.

En este casa de cemento, de tantas escobas,
trampas y sirvientas,
los ratones perdieron definitivamente la semilla.
El gato está cada vez más flaco;
el pelo erizado, encendido como un búho.
Lo miras: sus ojos como dos cebollas,
fantasma parduzco en mi calle.

Ten cuidado no se despierte
el tigre que lleva dentro:
¡Cómo crujen sus dientes locos
y sangran de noche bajo el Véspero!

Sólo el portero tiene la culpa.


La mariposa
Sobre la colina de nogales
–gigantes secos la mariposa negra
crecía dentro de nuestras almas.
Siento en la nuca sus alas de cuervo,
la veo como ennegrece el aire
de los llanos quemados
por la sequedad de los años de la guerra.
Bajo la mesa se pudría
un pedazo de cerdo con tocino parduzco
y una cebolla daba raíces en un rincón.
La mariposa negra en el aire, lívida,
sobre nuestra buena voluntad.
Cuántas veces la rueda de su vuelo
aplastaba un destino desconocido,
sus alas se tornaban de madera sonora
y del cielo caía una estrella cubriendo
con su piel los hornos crujientes.
Nos estaba buscando el hambre,
la voluntad, la vergüenza, la debilidad
y, sobre todo, el deseo de volar
tendidos de espaldas sobre las nieblas,
llevados por el ocaso
hacia el fin del mundo.
Me duermo otra vez,
me sumerjo en el pasado,
como dentro de un torbellino inmenso
en el cual el cielo y la tierra
se confunden con las leyes del polvo.
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R. Darie Novãceanu - 2015

lunes, 12 de enero de 2015



Sărbătorile Poeziei




Gheorghe Pituţ (1940-1991)
Gardabosques en su primera juventud, estudia Filología en las
Universidades de Cluj y Bucarest. Se dedica al periodismo literario y
publica su primer libro de poemas, La puerta de la fortaleza, en 1966.
Transilvano por los cuatro costados, nunca abandonará el universo tradicional
popular de esta geografía. Una solemnidad bien vigilada le
acerca a la estructura espiritual de Lucian Blaga.
Obra. Poesía: El que me defiende; El ojo del vacío; El sonido originario;
El humo.

El sabio

De noche el sabio no duerme
y de día no canta.
Cuando se llevan el Sol,
bendice las torres
y la gente.
Tan secretamente
pasa por entre sus semejantes
que raras veces lo observa alguien.
Si le hacen alguna pregunta,
contesta con una palabra
redonda y de mucho peso
como la piedra de un río:
mirar adentro de un ser humano
este es el más grande suceso.

Herida

Cuando se derrumban las nubes
sobre las colinas de mi aldea,
allá, en Ardeal,
y se pudre la madera de las ruedas
del carro tirado por los búfalos,
mi padre deja la guadaña
al lado del almiar
y mi madre se cubre
el pelo plateado
con estopillas
para que no se vea el relámpago,
mientras que a mí, en una gran ciudad,
se me abre en la palma de la mano
una herida debajo del pulgar.
Sin haber trabajado, sin esfuerzo alguno.
Ni haber estrechado siquiera la mano de un amigo…

Desequilibrio

Casi sabio a mi edad
comprendo que la luz
es la locura del ser humano.
Vivo bajo luces oscuras
que duelen como las heridas:
la casa de mis padres
levantada al lado del viento
sobre la colina,
mis padres siempre doblados
sobre guadañas y azadas
sobre una tierra tan estéril
y nuestro perro enronquecido
junto a la estrella polar.
Veo el camino
del bosque cortado;
encima de los troncos
con tres vecinos míos
(cantaba y brillaba el sol)
el camión ha entrado en la muerte
y yo solo he salido ileso,
resbalando
sobre el rojo invierno de sus cuerpos,
me he aburrido mucho después,
he reído como un loco
a carcajadas
y he cantado por el miedo
durante seis kilómetros de fuga.
 
Pituţ, Lăncrănjan, Ţuţea, Pucă
Si no escribiera

Si no escribiera
empujado
por las voces que hay dentro de mí,
me ahorcaría
del primer árbol
de la calle.
¡Cómo engañan mi envoltura
y mi cara!
Parezco un refugio
de silencios
que tanto los deseo
mas no son tan anchos
para distinguir la niebla del mundo
penetrando en la noche de la tierra.
Me imagino apagado desde hace mucho
y sobre tanta blancura
veo una mancha negra
perseverando
como signo de que he sido
que hubiera tenido que ser.
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R. Darie Novăceanu - 2015