miércoles, 7 de enero de 2015




 Sărbătorile poeziei


Nichita Stánescu (1933-1983) 
El más importante poeta de la “generación del ‘60”, destaca fundamentalmente
por su expresión contenida y su rigurosa capacidad de síntesis.
Muy cuidadoso con el lenguaje, innovador de fórmulas poéticas e
introductor del léxico técnico. Un quehacer continuo nutrido sobre todo
de influencias modernas. Candidato al Nobel, murió en diciembre del
‘83 gritando “Tengo frío”, cuando el frío no era solamente físico.
Obra - Poesía: El sentido del amor; Una visión de los sentimientos; Once
elegías; Poemas; Laus Ptolomae; Las no palabras; Rojo vertical; Una
tierra llamada Rumanía; En el dulce estilo clásico; La grandeza del frío;
Libro de lectura; El estado de la poesía; Objetos.

Emoción de otoño

Ha llegado el otoño, cúbreme el corazón con algo,
con la sombra de un árbol o mejor con la tuya.

A veces me temo que no te veré más,
como si me crecieran alas apuntadas hacia las nubes,
como si te escondieras dentro de un ojo desconocido
que se va a cerrar como una hoja de geranio.

Y entonces me acerco a las piedras y me callo,
tomo las palabras y las ahogo en el mar,
llamo a la luna y la hago salir
y la transformo en un inmenso amor.

Segunda elegía, gética

En cada hueco estaba sentado un dios.

Si se abría una piedra, en seguida era traído
y colocado dentro un dios.

Bastaba que se rompiera un puente
para que en este sitio se sentara un dios,
o en las carreteras bastaba un hoyo en el asfalto
para que se sentara un dios.

Ay, no te cortes la mano o el pie,
por error o con intención,
enseguida pondrán dentro de la herida un dios,
como en todas partes.
Pondrán dentro un dios
para tener a quien rezar, puesto que él
defiende todo lo que se aleja de sí mismo.

Ten cuidado, campeador, no pierdas
el ojo
porque van a traer y meterán
en el hueco un dios
y él va a sentarse allá, de piedra, y nosotros
moveremos nuestras almas honrándole…
Incluso tú agitarás el alma
honrcándole como a un extranjero.

El sueño y el despertar

Como yo no entendía nada
ni tú tampoco,
hemos creído que somos de la misma edad.
Nos hemos confesado uno frente al otro
el más oculto secreto:
que existimos…
Pero era de noche y, ay, por la mañana,
terrible descubrimiento,
me había despertado con la sien sobre tí,
amarilla, gavilla, trigo.
Y he pensado: Dios mío,
¿qué clase de pan sería yo
y para quién?

Inventar una flor

Nuevamente me apoyo en las palabras.
No hay música que brote
de los huesos de nadie…

Ni el alma tiene la adecuada calma
de las horas felices mecidas
en el alcohol que la compensa.

Ni el poderoso amigo
cercano a las tristezas y las grandes ideas.
Ni la fiel mujer
como una vieja zorra embarazada,
conocedora de los detallados
trabajos del campo,
ni el ángel tatuado con mapas,
ninguno está presente.

Sólo ellas, las palabras,
apenas deseadas,
como nerviosos mercenarios
me vigilan el gesto del corazón,
entumeciendo el revés de la mirada,
haciendo polvo
las imágenes tradicionales de mi mundo,
corriendo bajo las ramas, nadando en el mar,
balanceándose en el aire lleno de signos…

II

Ay, la comprensión es más veloz que el tiempo de la comprensión
y ni siquiera existe comprensión, sólo entendimiento.

Y el horror de ser los primeros, de estar solos,
de inventarnos constantemente
en el pasado, imitando la semejanza de los labios,
descubriéndole dientes blancos al presente
salvaje.

Puede que de la soledad nos inventemos amos.
Los dioses no están más que el futuro.
Júpiter Tonante y la hermosa Juno recién deben
haber nacido
en la dulce antigüedad
del futuro.

…La intranquilidad, el horror
de ser los primeros y únicos,
de ser los gérmenes del universo.
Las suelas están más alejadas de la cumbre
que el pasado del presente. Nosotros
somos gérmenes del cosmos,
y de la soledad nos inventamos amos
en el futuro.

III

Cualquier palabra es un final,
cualquier palabra de cualquier lengua es un grito
de muerte
de una especie, de las especies infinitas
que han muerto sin volver a nacer,
haciéndonos lugar a nosotros,
los únicos, los primeros que hemos nacido.

IV

Solo estoy y me apoyo
en la «A», hermosa vocal,
matriz de todas las letras…

Y el espanto de estar solos, de ser
los primeros,
de ser gérmenes.
Y la necesidad de inventar amos,
dioses y flores,
todos, absolutamente todos en el futuro,
en el futuro verdor al que llamamos
pasado…

Inventar una flor
cuyo perfume
sentimos.

La quinta elegía

Nunca me he ofendido por los manzanos
que son manzanos, por las hojas que son hojas,
por la sombra que es sombra, por los pájaros
que son pájaros.
Pero los manzanos, las hojas, la sombra, los pájaros
se ofendieron para siempre conmigo.
Heme aquí, conducido al tribunal de las hojas,
al tribunal de las sombras, de los manzanos,
de los pájaros.
Tribunales redondos, tribunales aéreos,
tribunales frágiles, novicios.
Heme aquí condenado por no saber,
por el aburrimiento, por la inquietud,
por no moverme.
Sentencias escritas en idiomas de los granos,
actas de acusación selladas
con entrañas de pájaros,
frescas penitencias grises que tengo que hacer.
Me quedo de pie con la cabeza descubierta,
intento descifrar lo que me corresponde
por la ignorancia…
y no puedo, no puedo descifrar nada
y ese mismo estado de ánimo
se enfada conmigo
y me condena a un perpetuo esperar,
a una tensión del entendimiento dentro de ellos mismos.
Hasta llevo la forma de los manzanos, de las hojas,
de las sombras, de los pájaros.

Conversación repentina

¿Qué se hizo de aquellos muchachos soberbios
del final de la guerra?
Bachilleres que iban de vez en cuando a las casas de putas
y hablaban de vez en cuando francés
con un discreto acento europeo.

Alguno publicaba a veces un librito
de versos,
por su cuenta o por suscripción,
y nosotros, alumnos,
los leíamos devotamente, sin comprender
la incomprensión…
¿Dónde están esos adolescentes
vestidos como hidalgos melancólicos,
aquellos que nuestros ojos muy abiertos situaban
en el marco de los redondos párpados?

¿Dónde estás, señor pedagogo
del octavo curso,
qué muchacha está olisqueando aún aquel olor
de joven varón recién afeitado?

¡Dios mío, qué días tan puros, Dios mío,
qué respeto podían albergar
nuestras voces de imberbes,
nuestras voces que mudaban!

¿Qué se hizo de aquellos muchachos soberbios
del final de la guerra?
¿Dónde estás, señor pedagogo
del octavo curso?
Halerib Khaa
Halerib Khiii…
Hero, loro, oro,
no comprendo, halerib, Khaa,
no comprendo, aero, loro, oro…
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© Darie Novãceanu - 2015

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