sábado, 10 de enero de 2015



 Sărbătorile poeziei



 Anghel Dumbrăveanu (1933- 2013)


Graduado en Filología por la Universidad de Timishoara, ciudad donde
reside habitualmente –es oriundo de Dobroteasa, pueblo de Oltenia–,
mantuvo una estrecha relación con los poetas de Yugoslavia. De corte
romántico, su poesía revela una reflexión dirigida hacia lo grandioso, lo
exótico. Aunque su vida no tiene nada que ver con el mar, su universo
lírico gira casi siempre entorno a ese mundo. Ha sido muchos años redactor, después director de la revista Orizont, muy abierta a los jóvenes poetas.
Obra Poesía: Los ríos están soñando con los océanos; La tierra y los
frutos; Las iluminaciones del mar; Los huesos de los navíos; Deltas; La
soledad del mediodía; Tristia; La carroza del atardecer.

La lágrima del tiempo

La lágrima del tiempo, en el otoño,
los recuerda el sendero perdido, la mujer
olvidada al borde del sueño, la niebla
que se arrastra y viene detrás de nosotros.
A veces me he sentado en la orilla del cielo
con las manos hundidas en las estrellas
y hasta llegar el alba las he sembrado
en el sueño de las muchachas.
Pero hoy, signos secretos me muestran
cómo se duerme el árbol,
cómo se derrumba el pájaro en el mar
y cómo entra el hombre en el crepúsculo,
empezando con la frente.
La lágrima del tiempo, en el otoño,
nos dice que todo regresa
hacia el color de la tierra, nos avisa
que la niebla viene pausadamente detrás de nosotros.
Camino nocturno
He llegado a la edad
en que puedo comprender ya
el sabor de la ceniza;
pertenezco a ese otoño
enloquecido por tanto amarillo.
Me pregunto: ¿le he traído
lo que deseaba?
Voy a salir de nuevo
y regresaré más pobre aún,
y mucho más solo,
pero con la ilusión de encontrar
el guía que sabe el camino de la noche.
¿Está contento alguno?
¿Hay alguien
que me abra la puerta con generosidad?
La ciudad está vacía, abandonadas
las habitaciones donde canté.
Tendremos un largo otoño, hermano.
Canta un pájaro extraviado.
Muy pronto habrá de llegar el invierno
para poner en orden nuestro silencio.

Bajo el vidrio de algunas palabras

He juntado dentro de este cuaderno
mis pocas alegrías
cosechadas durante cuatro años de vida.
Cosas que han quedado
de los viajes que hago
día a día
alrededor de mi casa,
por entre los árboles de escasa hoja,
donde juega siempre el viento;
trozos humildes
reunidos bajo el vidrio de las palabras,
después del viaje de algún amigo
por esta ciudad,
ua lámpara encendida por el miedo,
cuando llega la oscuridad
en el cuarto en que pienso en lo sucedido;
la sonrisa de la mujer
que se ha ido a traerme la flor del campo
cercana al río.
Éstas son mis pocas alegrías
que he juntado a lo largo de cuatro años,
labrando la tierra pobre,
alejando las espinas y las piedras
para que crezcan las frágiles plantas,
las que fabrican semillas
para el pájaro azul y de libre vuelo.

Ausencia
El pájaro me ha dicho: no la busques
en el camino al borde de los manantiales,
tampoco en el dibujo de su sueño.
vete al campo, pasa más allá de su silencio,
sube por las orillas del río hacia el oeste
y pregunta solamente a las nubes…
Sus manos han quedado en los vientos,
su largo cabello
se ha puesto oscuro por las almas muertas…
El pájaro me ha dicho: no la busques
en el sendero de las flores marchitas.
Vete al campo, pasa más allá de su silencio
y pregunta solamente a las nubes,
pregúntales por dónde han visto pasar
su sombra santa, hacia dónde se han ido
los árboles detrás de su canción…
Runas

Se han ido las mujeres con mi otoño, estoy solo,
brota la desolación en mis sueños, se oye
el Austro arreando extrañas manadas de hielo.
Dentro de poco se asomarán los pájaros del Norte,
aprenderé las sílabas del frío, mi sombra
bajará cada vez más en tierra;
llegarán las largas noches para decirme a media voz
las runas aún sin resolver del silencio.
Los árboles mecerán hasta muy tarde
sus huesos fosforescentes.

Sobre las negras ventanas, sin saber
que las estaciones del hombre nunca vuelven.

La desconocida cara de la noche

Partiremos con el tren nocturno bajo blancos silencios
y nadie nos acompañará; menos, la duda.
Solamente el viento por valles confusos,
los ciegos vientos y las máscaras
de los años dejadas atrás.
Solamente el llanto de mis manos, sus búsquedas
por la niebla de ayer,
solamente el grito de la luz de mis manos
cuando encuentran el temor de tu cuerpo
y las piernas amaneciendo por inocencia y miedo.
Pronto llegaremos al mar desértico,
donde no nos espera nada
de lo que hemos divisado a través de la niebla.
Solamente el golpe de las olas, el desconcierto,
la tierra sin barcos, el ritmo metálico
y la desconocida cara de la luna.
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© Darie Novãceanu - 2015