jueves, 25 de diciembre de 2014



Sărbătorile poeziei










Ion Vinea (1895-1964)





Poeta, narrador, traductor y publicista. Descuidado con su poesía, olvidada

en revistas de entonces, su único libro de poemas aparecerá

pocos meses antes de su muerte. Simbolista en sus inicios, posteriormente

ilustra el vanguardismo moderado del tercer decenio. Ecléctica,

tanto por el contenido como por la forma, su lírica ha despertado un

interés particular dentro de las generaciones jóvenes de poetas,

muchos de ellos descubiertos y publicados por él mismo en la revista

Contemporanul.

OBRA: Poesía: La hora de las fuentes; Poemas. Narrativa: El conjuro;

Las flores de la lámpara; El paradiso de los suspiros; Los lunáticos;

Veneno de mayo.





Casa de Mangalia

Sonora, cual madera de violín, la Dobrudja

sumerge su sarcófago

entre el Danubio y el mar;

sobre la valla de Trajano.



En el rayado umbral de los caminos antiguos,

en el Pontus Euxinus,

descascarada por el crepúsculo,

la casa es un pecio más,

sin cuna, sin palabra.



Molida por las blancas canículas,

se le oscurecen los párpados

de los aleros nocturnos

y un pasado responde de cada escalón,

gimiendo bajo los pasos lentos.



Desde el sueño empolvado de las persianas,

las ventanas beben la lágrima,

aún no llorada, de la sequedad.



En el jardín, el brocal de granito

contempla ojeroso

la mirada de frescura

de lo profundo de la tierra.



Sobre los árboles del otoño temprano

se desparrama el polen estéril de las piedras.

¿Dónde están las voces de antaño?

Tal vez su eco perdura todavía

en las sombras petrificadas,

pero sólo en el sueño se las puede oír.

¿Dónde está el pensamiento de este sitio?

¿Quién encendió su candil escondido?



…Apoyó su frente en la mesa de nogal,

descansó con la hiedra abovedada en la eternidad,

leyó todas los libros,

y las estrellas, una tras otra.



Pálido después por el tumulto

de su alborada interior, hizo caer sobre el espejo

los siglos, las lejanías, los mundos –

y la suerte estuvo echada:

–¿hasta cuándo las rejas apretadas del sol?

–¿hasta cuándo los trescientos pasos

hacia la orilla sin salida?

–¿Hasta cuándo...? Desde la cripta de las vacaciones,

un alertado dia,

brotó su destino con boca de oro.



Suyo es el signo borrado en el portal,

suya la llave oxidada de la entrada caída,

suya la leyenda tejida por los grillos

de la arcilla,

y suyo el nombre,

cual pájaro que se fue.





A la que acaba de llegar



Que me sean tus manos las últimas,

las que preparan

las nieves del primer silencio para el corazón,

como sobre una tumba nueva en el otoño.



Que me sean tus ojos el sol sombrío

del mundo del sueño

hacia el cual va mi alma.



Que me sea tu voz el soplo

de los mares lejanos donde se apagaron

las campanas aplastadas por las oraciones.



Que me sean tus trenzas

como sauces del anochecer

en los cuales tiemblan

los rumores olvidados de la vida.

Que me sea tu alma beso

sobre los párpados frios,

y tu lágrima

tu pensamiento claro

del último instante.



Que me sea tu amor tardío

la ola que nos mece

en la eternidad.



Remember



Alborada gris sobre los altos hornos

y las chimeneas,

sobre olas de zinc.

Declinante y sola, la estrella

tiembla en su hora pálida.



El alma

en su último camino está dudando,

recordando vagamente

un amor incumplido

y sin destino.



Descenso



Una tristeza se demora en mí

cual otoño en la llanura;

ningún beso estremece mi alma,

ninguna nieve cayó sobre la tierra.

La canción triste, la más triste de todas,

llega con la campana del crepúsculo;

la oyes en el rumor estéril de los gorriones

y en las humildes campanillas de los rebaños.



Toda la vida es ese dolor,

día tras día en lo ancho de las estepas,

entre las aguas que siguen su camino,

entre los árboles que no llegan al cielo,

entre los rebaños

que pastan su destino en el llano

y entre las hojas que se mecen con el viento.



Remordimiento



Tú no supiste desde aquel pensamiento

atar el encanto con la eternidad,

dejando las palabras como un rumor

de otoño esparciéndose en las hojas.

El silencio ha llegado y es lo que queda

de un temblor, en la hora cuando los pavos reales

derriban las gradas de los rojos aposentos

hacia los brocales de las fuentes muertas.





© Traduceri de Darie Novăceanu

miércoles, 24 de diciembre de 2014


.Sărbătorile poeziei


V.Voiculescu - Desen de Maria Pillat




Vasile Voiculescu (1884-1963)

Médico rural, vivió modestamente en pueblos remotos y desconocidos.

Hace suyo el universo campesino, redescubriendo en la cultura

popular, en las creencias y tradiciones, valores y virtudes olvidadas.

Escribe mucho y publica poco. Un cierto primitivismo acompaña su lírica

muy cuidadosa con el lenguaje. Sus sentimientos religiosos recuerdan

los de un cristiano del medioevo. Es el mayor introductor en la poesía

rumana de ángeles, obligados a cumplir labores y tareas muy

humanas. Además de poesía, escribe teatro y prosa, ésta última abrió,

tal vez, las primeras páginas de la narrativa mágica.

OBRA: Poesía: Poemas; El país del Uro; Poemas con ángeles; Destino;

Subida; Vislumbros; Los últimos sonetos imaginados por

Shakespeare, traducidos de modo imaginario por Vasile Voiculescu.

Narrativa: Cuentos; Zahei el ciego. Teatro: La hija del oso; La sombra;

El demiurgo.







Fragmento de fresco antiguo



El paraíso estaba muerto: reloj sin cuerda.

Leones lánguidos dormían junto a los corderos,

tigres y gacelas cabeceaban entre las flores,

el unicornio parecía hecho de tamos hilados,

los caballos de goma, los toros de pereza,

los perros habían dejado de ladrar

y bajo la espesa sombra dormía como una piedra

un mono feo –¿Adán?

Harto de este mundo inmóvil,

El Padre mismo languidecía soñando otro ser.

En su aburrimiento hizo una criatura esmaltada

de flores, de fresas, de manzanas,

estrambótica,

ardiente,

turbadora,

con garras de pétalos en las manos y en los pies,

con tierno y fresco olor a pecado.

Los leones han dejado de bostezar,

las fieras la han circundado todas de una vez,

los centauros se han acercado al galope para mirarla

y una bandada de ángeles ha bajado a toda prisa

para alabarla en sus canciones de plata.

Blanda, desnuda, sin vergüenza,

Eva sonreía a todos dulcemente,

y el corazón del paraíso empezaba por fin a latir.





Versos en el cuadro de un primitivo



Adán despierta: siente en las costillas un dulce dolor.

A su lado, la mujer le sonríe serenamente.

Y él, como en un sueño, se pregunta

Maravillado, qué es esto,

qué es esta blanca aparición desnuda

y para qué sirve.

Súbitamente las miradas eligen su blanco

y queda sin aliento por un instante.

Desde su casto ser siente brotar

la inocente llama de la tentación.



Eva, al sentir el flechazo dulce,

deja caer sobre la espalda

las ondas de su cabello

y lentamente pasea la sonrisa con gracia

sobre los senos, sobre las caderas,

sobre todo su cuerpo,

para saber qué misterios se abren…



Y he aquí que, defendiendo su pudor,

con manos frágiles,

más la muestra que la oculta.





El hechizo



El alma peregrina vuelve a su casa.

Carne, abre la puerta a tu peregrino dueño,

hazte sierva astuta, novia bella,

y como cántaro frío, lleno de frescuras,

lávale los pies empolvados por el sueño,

enjúgale con la loca flor del cabello,

aprésale con la dulce reprensión de tus brazos,

ábrele las blancas trampas de tu profundidad,

hazte su sombra, hazte su aire,

atráele con tus encantos y llévale hacia el pecado.

Acaríciale con tu pereza y pon en su camino

las maravillas de tus ardores.

Sepúltale en tu miel, la que yace desconocida

en la colmena de tus cinco sentidos.



Para que en tu dulce ataúd olvide su dolor,

para que no vuelva a huir jamás

tu demente dueño,

para que a su loco mundo no regrese más.

Dale carne hechizada y después, tú, carne,

vuélvete plomo y haz que se duerma.



Despedida



Cuando agitaste el pañuelo

cual bandera blanca en tus manos,

el crepúsculo se miraba en las aguas de la fuente;

al lado, flechado su corazón por el miedo,

en el instante de la despedida,

una tórtola gemía;

una granada verde, roída por los gusanos,

caía ahogada en la hierba soñolienta

y por el portal del anochecer,

hacia las sombras de la perdición,

tristemente salía,

alzándose cual una llaga,

sobre un billoso cielo gris,

el véspero del amor pálido y frío.

Inclinado sobre el brocal,

veía como en lo hondo el dolor

enturbiaba la profundidad, abrevándose,

transformando en sangre

el chispeante cristal de las aguas.

Veía morir el crepúsculo

y el véspero marchito.

Veía como partía sola hacia lo lejos,

tú, la sin piedad, llevando contigo,

en la blanca bandera de las manos,

para izarlos en otros horizontes

los pañuelos de la luz.

Y me dejabas, en el vacío de la fuente con dragón,

mirarme con sus ojos de oro la noche sin confines.

Mientras, pidiéndose perdón en la sombra,

se despedían, abrazándose, el amor y el olvido.

R. Traduceri de Darie Novaceanu